Sexy

Con objeto de dar por concluido el tema alguna vez en esta encarnación; a petición de mis queridas amigas, ahí va lo que considero sexy, que probablemente no sea lo mismo que para ti, porque es cuestión de gustos y, por tanto, cada uno, tiene el suyo.

Las gafas de sol, son sexy. Las Ray-Ban modelo aviador, son muy sexy, y si son de espejos, mejor.

Las barbas son sexy. Una barbita de tres días, una barba más cuidada, una perilla en sus diferentes estilos. La tendencia hipster imitando una cabra montés, no.

Las canas entre un montón de pelo negro, suavemente sorteadas en algunas zonas incluso en la barba, son muy sexy. El look Copito de nieve, no es sexy. El pelo gris, sí.

El hilo del tanga asomando por encima del pantalón, las uñas de una stripper camboyana repletas de florituras y adornos al estilo barroco, no son sexy.

El pelo largo y el pelo rizado, son sexy. La piel suave, el bronceado del verano, el vestido largo, el eterno negro, los labios rojos, un buen zapato de tacón de aguja y también unas zapatillas de deporte para dar un aire informal. Un recogido despeinado que permita ver tu nuca, unas gafas de vista para dar un aire intelectual. Todo eso, para mí, aparte de sexy es sensual, pero la sensualidad va en cada uno y en saberlo llevar.

Las minifaldas a modo de cinturón estrecho, los short-tanga, las plataformas que parecen zancos, eso no es nada sexy. Saber cuándo elegir entre el escote o la minifalda, y lo larga que puede ser en cada ocasión, los vaqueros desgastados, una sudadera maxi, una chupa de cuero, un top… Eso es sexy.

La música es sexy, bailar es sexy. Querer llamar la atención, no.

Pero lo más importante, lo que prima, no es el envoltorio con el que nos presentamos. Ser sexy es una cuestión de actitud. Y aunque existan detalles que nos exciten más, o menos, dependerán, nos guste o no, de otros factores. Así que, queridas amigas:

Estar segura de ti misma es muy sexy. Reírse, tener sentido del humor, divertirte, disfrutar… Ser tú es irresistiblemente sexy. Con tus días grises y los que no.

Depender del anti-ojeras o del tacón para bajar al supermercado, no es sexy. Cuidarse es importante, esconderse tras el rímel, no.

Las mujeres reales son sexy: las que se recogen el pelo con un lápiz (o un pincel), las que no necesitan que las necesiten ni tienen que dárselas de sobradas.

Las curvas son sexy. Las tuyas también. Créetelo. Ni las perchas andantes ni los sacos de huesos que cuentan calorías y se pasan la vida pendientes de cómo les sienta este u otro pantalón, lo son. Ese “he engordado” que solo notas tú, no es sexy. Lo sexy es sentirse sexy.

La educación es sexy. Los tacos a mansalva, no. Hablar bien suma, sin excederse en remilgos. La inteligencia es sexy y esto no es como las Ray-Ban. Leer es sexy. En el tranvía, en la playa…, leer es sexy estés donde estés. Las personas con las que puedes hablar de algo más que del último Sálvame de “la Belén Esteban” y de si el azul marino combina con el negro, eso es sexy.

Tener tus propias ideas, confiar en ti misma y liberarte del qué dirán, es muy sexy. Criticar, jamás.

Ser independiente es sexy. Sin olvidarte del otro. Registrarle el móvil cuando va al baño, mirar su última conexión de Whatsapp, de Facebook, su actividad en el Twitter o a quién sigue en Instagram, no. Memorizar sus contraseñas o el último teléfono que marcó, tampoco es sexy. Los celos no son nada sexy.

Y aunque casi todo es aplicable a hombres y mujeres…

Los hombres valientes, son sexy. Los que muestran sus sentimientos y emociones, también.

Hacer ejercicio es sexy, obsesionarse con ello o inyectarse winstrol, no.

Los polos con el caballo o la maximarca, no son sexy y si encima llevan enormes rayas horteras con colores rocambolescos para que no siempre parezca que te pones el mismo, peor. Una camisa de vestir remangada, una camiseta bajo una levita o americana, sí es sexy. Tener tu propio estilo vistiendo es sexy, pasarse de moderno, no.

Irse por las ramas no es sexy, ser directo, sí. Una buena conversación es muy sexy, una charla sin sentido, no. La indecisión no es sexy. La seguridad es tan sexy…

El contacto visual es muy sexy, mirar sólo al canalillo, no.

Ser hombre no implica ser rudo o bruto, y ser valiente o directo, tampoco. La sensibilidad, la delicadeza y los detalles, son realmente sexy.

En ocasiones, nuestra condición humana nos invita a ser cualquier otra cosa menos lo que ya somos. En algún momento fantaseamos con una metamorfosis al estilo Kafka. Soñamos con convertirnos en un ideal erótico o mimetizarnos con el ambiente. A veces, nos tienta la idea de quedarnos acurrucadas bajo el edredón o tirados en el sofá hasta que se nos pase el día tonto. Muchas veces nos confundimos, negamos la evidencia y preferimos buscar una teoría que lo explique invirtiendo tardes enteras en cualquier terraza dándole vueltas al monotema entre risas. Al final, siempre insisto en lo mismo: si de verdad te gusta un hombre pasarás por alto algunos detalles y ellos, también. Una mujer con una espesa melena al viento, un insinuante vestido negro que anda de forma sugerente sobre sus tacones de aguja, en algún momento se desnudará y se quedará como vino al mundo, ¿o no? El hombretón con barbita de tres días y el pelo canoso que te espera en la puerta con sus gafas Ray-Ban, en algún momento tendrá que quitárselas, sobre todo si se pone el sol y acabas en su cama. Pero si acabas en la cama de alguien y te desnudas de verdad, te deseo que no sea por su cuerpo o su aspecto físico, sino por su alma. Que nada o poco tengan que ver sus Ray-Ban o sus tacones de aguja. Ese “ya que hemos llegado hasta aquí…” implicaría reducirte y reducir al otro a un mero objeto y, sinceramente, eso sí que no es nada sexy, sobre todo cuando ya quemaste esa etapa en el momento en que se debía quemar. Y si no es así y estás en «modo exploración»; ¡a explorar!

*Y lo de sexy en plural y en singular lo digo yo, haciendo uso del término inglés, porque me niego a usar “sexis” para el plural, que es lo que dice la RAE, ¡me suena fatal!

S-Soul, 2016

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