Elena sentía una gran fascinación por esas pompas de jabón que bailaban ante sus ojos oscilando temerosas en el cielo o corriendo a favor del viento. Los colores de las transparentes esferas colmadas de brillo, la ensimismaban. Podía pasar horas y horas silbando en su pompero favorito… Pero Elena, ante tanta belleza, sólo deseaba poder atrapar una de aquellas burbujas entre sus manos.
Lo intentó con todo su empeño una y otra vez con insistencia…
No entendía que el agua y el jabón en unión a un leve soplo de sus labios, obraran aquel milagro que, sin embargo, se desvanecía con el leve roce de sus dedos. Deseaba con todas sus fuerzas que fueran suyas, sin percatarse de que, sin su aliento, jamás el contenido del pompero lograría convertirse en las etéreas formas redondeadas que tanto deseaba apresar y que, éstas, sin ella, no existirían.
Lloró desconsolada al ver como una tras otra se rompían en sus vanos intentos con sólo acariciarlas o se difuminaban en el cielo estallando a lo lejos…
Hasta que un día, una joven que pasaba por allí le dijo:
-«Si secas tus lágrimas y abandonas la idea de atraparlas, lograrás no sólo disfrutar de la libertad y belleza de tus pompitas, si no que además, también tú, serás libre».
Burbujitas, Ediciones Idea, septiembre 2012.
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