Traicionarse implica quebrantar el único contrato válido: el que tenemos para y con nosotros. Ese que nos dicta el alma, el que nos impulsa a crecer, a mejorar e incluso a transitar sendas aparentemente imposibles. Ese empuje que sentimos y que nos obliga a arriesgar, a superarnos, a enfrentar los miedos, a ser valientes y a convertir nuestros sueños en realidad. ¡Y a la mierda todo lo demás incluso el qué dirán!
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¡Juguemos!
Juguemos a buscarle los cinco pies al gato, juguemos a escondidas, juguemos a nuestro propio juego y si no, ¡inventémoslo!