Allí estaba su cielo

 

 

Sostenía entre las manos una taza humeante que desprendía olor a café. Sus profundos ojos atravesaban obsesivos el cristal de la ventana. Pensó en Karl Dönitz y en los submarinos. En el kirigami y el origami; en los barcos de papel. En la luz de las farolas. En el tubo de rayos catódicos y su cañón de electrones…, en Tritón y el cinturón de Kuiper…

Falda ajustada que realzaba sus curvas y camiseta anudada a la altura de la cintura. Un elegante tacón de aguja rematando la desnudez de sus piernas. El cárdigan sobre el bolso de ante y una nota mental que le recordaba cada día que el premio era ella. Pelo suelto y ligeramente alborotado. Las gafas de vista tintineando en la mano. Un delicado perfume y una sonrisa de lunes que reflejaba la noche anterior. En la boca un Orbit de menta y en el pecho, un corazón dispuesto a saltarse todas las señales de stop. Rojo en las uñas, brillo en los labios y en sus ojos, autenticidad. Sin anillos, pulseras, pendientes ni abalorios, pero con la extraña sensación de quien olvida algo en cualquier rincón.

Allí estaba su cielo. Y tras el cristal de la ventana, llovía como nunca antes lo había hecho.

Imagen, Entrelazamiento cuántico.

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